Soy una pieza diminuta

en el gigantesco rompecabezas de la historia,

un eslabón en la cadena de la vida

honrando la memoria de mis abuelos y sus abuelos

quienes me enseñaron a amar la tierra,

a cultivar semillas de diversos colores y formas,

a aceptar a mis semejantes por muy distintos que parezcan,

a vivir en armonía en compañía de las aves,

a chiflar canciones como los gorriones,

a tener tiempo para encontrarme conmigo misma

y así curar los tormentos del corazón

mientras mi piel se baña con el sol.

 

En mi pañuelo,

llevo guardado un pedacito de cielo,

tiene una luz suave y agradable;

la dejo caer sobre las matas todos los días,

para que sigan floreciendo en los verdes campos

con la esperanza,

de que mis hijos y los tuyos

vean la gloria de la Madre Tierra.